“Algunas cosas nunca cambian…” parte 1ª. (Español, castellano)
Es noche cerrada, el local está vacío y a oscuras, una pareja espera. Una compacta sombra a contraluz. Es un momento de duda, el hombre no tiene muy claro si esto ha sido una buena idea...si ha arrastrado a su mujer a una encerrona. No le importaba meter su cabeza en problemas, lo había hecho antes con más regularidad de lo conveniente. Pero ella no era el mismo caso. Las dudas sólo cesan cuando observa la excitación y el interés que muestra ella.
En esos momentos tensos, en la espera, recuerda cómo habían llegado aquí. Una media sonrisa ilumina su cara cuando recuerda el día que sorpresivamente llegó a casa y encontró a Julia haciendo limpieza en el desván. Había encontrado su vieja bolsa de boxeo, con el equipo completo. El olor a cerrado y linimento descompuesto, a cuero pasado y grasa de caballo le había explotado en toda la cara al abrirla con inconsciente curiosidad. El fuerte olor a cerrado y a hombre casi la tira de espaldas. Cuando pudo recuperarse de la impresión, vació la bolsa en el suelo con los brazos extendidos, bien lejos de su nariz. Primero empujo el amasijo revuelto con la punta del pie, descubriendo los hermosos guantes de cuero negro entre la ropa y los botes de productos higiénicos. La curiosidad hizo más soportable el olor y se inclinó para verlos de cerca. Cuando llegué y recorrí la casa en su busca, la encontré enfrente de un polvoriento espejo. Haciendo sombras desnuda, salvo por los guantes negros de boxeo y un calzón demasiado pequeño para sus generosas caderas de rolliza mujer madura. La imagen despertó una excitación inmediata y recuerdos muy calientes en mi cerebro. Estaba hermosa, muy apetecible. Ella sin percibir mi presencia, seguía lanzando golpes al virtual oponente al otro lado del espejo. Disfrutando de su hipotética superioridad y deleitándose observando su hermoso cuerpo reflejado. Me mantuve estático durante un buen rato, disfrutando el improvisado espectáculo. Ella metida en la fantasía de la pelea seguía atacando y esquivando golpes de poder. Cuando pretendía retroceder silenciosamente y desaparecer sin ser notado, torpe, me enganché en una cortina vieja que tiró una estantería llena de jarrones viejos...enredado entre mil trastos rotos, con gran estruendo. Me quedé congelado y cuando volví la vista la boxeadora improvisada me miró sorprendida y curiosa y me espetó socarrona: -¿¡¿Cuánto tiempo llevas ahí, pervertido?!?- coloca sus fuertes brazos en su cintura y las gotas de sudor cruzan su cuerpo voluptuoso.
Arrastrando los restos del desperfecto cedí a su poderoso atractivo y nos enredamos en un caluroso abrazo, peleando por llevar la iniciativa en este combate amoroso. Las siguientes semanas repetimos este nuevo juego en numerosas ocasiones. Mi improvisada pupila despertó un interés y precocidad increíble, yo estaba encantado. Salía del trabajo excitado, pensando en la sorpresa que me esperaba en casa. Los primeros combates fueron muy desordenados, casi guerras de calurosos empujones y abrazos para acabar rodando en el suelo como preambulo a una sudorosa y larga sesión de sexo. Luego Julia empezó a interesarse por la técnica y la táctica, a desarrollar astucia pugilista, a disfrutar haciéndolo bien y ...volvió al gimnasio. Nuestras peleas nocturnas empezaron a ser más serias, a aparecer moretones inesperados de complicada justificación al día siguiente. Algún vecino dejó de saludar, imaginando un marido maltratador o una pareja complicada…
El juego pasó de nivel y yo pretendí hacer el combate más razonable y discreto. Julia no estaba muy conforme, el gusanillo le pedía mayores retos. Por mi tamaño y fuerza cuando las cosas se calentaban en exceso mi superioridad concluía la lucha y empujándola al suelo abría la sesión de sexo. No me pilló por sorpresa, pese a su vergüenza y pudor, que un día me planteara la posibilidad de abrir el juego a otras parejas. Alguna vez, tras los combates, habíamos fantaseado con las cualidades y posibilidades boxísticas de algunas parejas vecinas, comparando. La conversación era muy excitante, pero enseguida le hice ver las dificultades de enredarse con un conocido en una aventura parecida. Le conté algunas de mis experiencias de juventud en combates de boxeo irregular y la iluminé sobre los foros de lucha y clubes de parejas liberales y otras posibilidades disponibles y más discretas. Siguió a esto varias semanas en que su interés por “bucear” en las propuestas y candidatos posibles casi desplazo a nuestras luchas nocturnas, cosa con la que yo no estaba muy de acuerdo ni feliz. Me emocionaba la posibilidad de verla boxear con otra mujer, pero también me preocupaba...nuestras luchas privadas, por muy duras que pudieran ser, siempre eran controladas por nosotros. Abrir el juego tenía sus riesgos y Julia...siempre se fijaba en candidatos imponentes.
En la decimocuarta pareja propuesta por Julia, que yo no veía muy oportuna para nuestro inicio, se cogió un “cabreo” monumental y me tocó abandonar la alcoba. La cosa se estaba descontrolando…
Después de una semana de “morros”, el fin de semana decidí hablar con la bravía neófita he intentar ser más razonables los dos. En una charla relajada me quedó claro que Julia estaba decidida, o conmigo o por su cuenta, estaba empeñada en ir a por ello. Hice algunos intentos improductivos con antiguos conocidos, fueron charlas animadas y agradables, pero poca cosa. Revisé las propuestas de los foros e hice una selección poco alentadora. Julia se animó un poco cuando le propuse poner un anuncio, le pedí que se preparara para realizar unas fotos. Le encantó la idea de ponerse el equipo de boxeo y completarlo con unas preciosas máscaras de lucha libre de mi viaje a México. No era algo muy hortodoxo, pero aseguraba un buen anonimato. Hacía una semana muy larga que no jugábamos y la oportunidad de colocarnos la equipación nos puso tan cachondos que lo último que hicimos fueron las fotos...fue una sesión larga, dura y muy tórrida. La actividad física nos relajó mucho y el ambiente se distendió bastante. Las fotos quedaron genial, con sus realistas recientes morados incluidos. El redactar el anuncio fue un poco más complicado, Julia quería algo muy agresivo y faltón. Yo era partidario de no exagerar y exigir un contacto previo para evitar sorpresas. La cosa quedó un poco a medio camino. Intenté retrasar la publicación, tenía mi “bala de plata” a la espera, pero Julia torció el gesto. La esperanza de rematar el día feliz, con otra lucha caliente y verla allí delante todavía con sus guantes puestos, hizo mi resistencia muy precaria. Me aleje del garaje de la parte posterior de la casa para hablar con mayor intimidad. Ella me siguió curiosa con la mirada, pero satisfecha por su victoria con su primer flamante anuncio, no dijo nada. Ya a solas con el móvil y mi vieja agenda de otros tiempos, busque el número de Enrique y llamé. Fue refrescante volver a hablar con el viejo canalla. Después de ponernos al día le expliqué mi situación. Entre carcajadas e imprecaciones me felicitó con mordaz envidia. Mi “bala de plata” falló, no podía “arreglar” una pareja para el encuentro, pero amablemente, me cedió la oportunidad de usar el reservado de su garito. Conocía como la palma de mi mano el local, fue el terreno de algunas locuras en mi juventud. En su ring había sufrido algunas derrotas homéricas y no menos victorias en tiempos más divertidos e irresponsables. Era casi como jugar en casa…
Aunque no muy satisfecho de mis gestiones, decidí relajarme y disfrutar. No podía hacer más, Julia tendría su bautismo de fuego sin red ni paracaídas. No dudaba de sus cualidades, era razonablemente fuerte, su habilidad en los últimos meses había mejorado ostensiblemente y su espíritu pacifico y hasta pudoroso de normal, se transformaba al luchar en algo salvaje...y aunque, evidentemente yo la había guiado, la decisión era radicalmente suya. Así que me preparé para tener una velada divertida esa noche y esperar los acontecimientos.
Cuando estos pensamientos rondaban mi cabeza, recordando, sonó un ligero chirrido en la parte posterior del local en penumbra. El ruido sordo de pasos y conversaciones a media voz llegaba de la discreta entrada trasera. Nuestros rivales llegaban. Julia tuvo un pequeño respingo, estiró un poco el cuello, intentando distinguir algo en los bultos de sombras que avanzaban. Me apretó un poco la muñeca, era su primer combate de boxeo serio. El grupo, más numeroso de lo que yo esperaba, bajaba hacia nosotros. Los focos cenitales del cuadrilátero era la única luz del lugar, iluminaba escasamente su superficie. Por las escaleras descendían cuatro sombras hasta nosotros. Se distinguía apenas la contundente silueta de Marta, iba muy segura en vanguardia del grupo...El primer correo que contestó a nuestro anuncio fue el suyo. Claro y conciso, sin bravuconadas ni exageraciones. Nos desayunamos con él ese mismo domingo, a las pocas horas de poner el anuncio. Las estadísticas no me gustaron mucho. Marta más joven, supera a Julia en tamaño y peso, no era una diferencia imposible pero no me tranquilizaba que se estrenase con ese hándicap. Marta argumentaba en el correo, no sin cierta razón, que su pareja y yo teníamos un desequilibrio muy parecido en sentido contrario. Pero eso no me tranquilizaba en absoluto en este caso. Julia, como es normal, estaba emocionada, dispuesta a contestar el correo en seguida. Me costó retenerla, le dije que no debíamos parecer ansiosos. Que mejor dejar pasar unos días y esperar a ver si teníamos otras parejas. Me costó convencerla...el resto de la semana llegaron tres correos más y Julia estaba en la gloria. Creo que calculaba en el calendario con la absurda intención de entrarle a todos. Durante la semana, después del trabajo, para tenerla ocupada, aprovechamos para practicar y repasar algunas estrategias, pero Julia estaba en otro lado...al final casi consiguió ponerme nervioso. Revisamos las propuestas y contestamos a una pareja muy simpática, un poco mayor que nosotros. La mujer era grande y parecía experimentada, pero consideraba que Julia podría llevarla razonablemente si el combate se alargaba. Los correos volaron ida y vuelta. Al final la conversación se eternizó y no había conclusión para cerrar una fecha...Cuando les dimos un ultimátum para la conversación personal se esfumaron como el humo. De los otros tres correos que quedaban solo el de Marta parecía real ...las fotos de dos eran tan mentirosas como un billete de 15€...Cuanto más miraba la fotografía de Marta menos me tranquilizaba, pero Julia con el contratiempo de la primera pareja estaba desatada, así que la contestamos. La respuesta fue rápida y tan clara como su primer mensaje. En el siguiente mensaje confirmamos el encuentro personal...ni barroquismos ni tonterías. Propuso quedar al día siguiente en el garito de Enrique, para que no hubiera confusiones posibles, poco antes de la hora de la cena. El hecho de que le resultará familiar el local no me tranquilizó en absoluto. El garito de Enrique era el punto de reunión habitual de juego y apuestas. El reservado también tenía la posibilidad de albergar peleas discretas, negocio que reportaba a su propietario buenos beneficios libres de impuestos. Al comentarlo con Julia, le recordé que siempre estaba a tiempo de retirarse...su respuesta enojada no me tranquilizó, pero ese ramalazo de bravura me encantó.
Así que allí estábamos. Marta bajaba a grandes zancadas, seguida de tres sombras que pretendían seguir su paso ligero sin conseguirlo. Intente adivinar quién sería el tipo con el que me tocaría bailar esta noche, la pareja de Marta. Una de las sombras era claramente un hombre, pero su envergadura no encajaba con los datos que nos habían enviado, era mucho más grande...no pude hacer mayor atención a eso. Marta estaba a nuestra altura preguntando por su vestidor y le indique el que les correspondía. Tampoco era algo que me preocupara aquella noche. Como siempre tan escueta, hizo un pequeño gesto de saludo a Julia, entre curiosa y retadora y continuó la marcha perseguida por sus acompañantes. En cuanto pasaron coloque la mano en el hombro de Julia y la empuje hacia nuestro vestuario.
Enrique hacía su entrada triunfal en aquel mismo instante, saludo de lejos. Entramos al vestuario y mientras nos cambiamos repase con placer la hermosa y fuerte figura de mi esposa. Estaba muy orgulloso de su comportamiento en este trance. Al repasar su figura no pude evitar compararlo con Marta...El día de la conversación pude espiar su cuerpo sin reparos. Vino sola, su pareja estaba de guardia, lo que acordase ella iba a misa, dijo. Era incluso un poco más alta de lo que esperaba. Llego un poco tarde, ya estábamos sentados en la mesa. Así que las dos mujeres no pudieron comparar su altura directamente. Julia no lo percibió, pero mi ojo clínico estuvo atento. Sus brazos no estaban muy musculados, pero eran fuertes. La figura era poderosa y sus piernas largas no destacaban tampoco por un cuidado de gimnasio. Mi sensación era que no le dedicaba tiempo a su cuerpo, pero tenía un trabajo físico que le daba esa apariencia imponente...la expresión de su rostro era resuelta, rematada por una mandíbula redondeada, potente. Los ojos muy vivos, curiosos y unos labios finos no conocían el maquillaje. Su ropa no lo dejaba ver, pero apostaría por algún tatuaje en su cuerpo. Hablaba suave y lento, como lo hace quien está acostumbrado a que le escuchen...un carácter dominante y bastante cortante.
Julia por contra tenía un cuerpo muy cuidado de gimnasio y salón de belleza. Una nadadora de piernas poderosas y espalda fuerte, la edad había redondeado sus perfiles, pero la potencia seguía ahí. Sus caderas se habían ensanchado un poco y equilibrado unos pechos que siempre fueron espectaculares. Yo adoraba esa voluptuosa figura. Al detenerme en sus curvas el tiempo no pasaba. El óvalo perfecto de su cara se cerraba en una mandíbula cuadrada que suavizan unos ojos profundos y grandes. Su nariz chata y sus labios generosos eran todo simpatía. Pude admirar la potencia de sus brazos y lo mucho que su entrenamiento había hecho por su confianza mientras calentamos…su carácter era risueño y caprichoso, era más tozuda que voluntariosa. Un hermoso animal difícil de manejar, una gatita que pudiera transformarse en un toro bravo.
Cuando salimos al salón, ellos ya estaban instalados allí. Marta se había quitado la bata y se entretenía golpeando el esquinero con contundencia. Mis previsiones se cumplían, su brazo derecho y parte de su espalda iban tatuadas. Julia se sintió un poco intimidada, estiró los brazos hacia el techo al enfilar el camino al ring, dejando resbalar su bata. Yo no me había dado cuenta, ella si. Marta estaba calentando con los pechos al aire. Solo lo vi cuando se giró hacia nosotros. Me incliné y le dije a Julia que no se sintiera obligada, no habíamos concertado nada. Ella lo tuvo claro, no quería conceder ninguna baza. Su hermoso sujetador deportivo desapareció al instante. En nuestras actividades privadas no lo usaba, pero solo la rabia le obligó a desnudar su pecho. Yo, en cierta parte, me sentía responsable de no haberlo previsto. Nos situamos en la esquina libre. En la penumbra del rincón ofrecí las manos a Julia para que estirarse y lanzar algunos golpes...desde la esquina opuesta Marta, en jarras observaba atenta. Julia metía manos violentas, enrabietada. La furia de sus ojos me hacía desconocida su mirada.
Enrique se colocó en el centro y pretendiendo llamar allí a los contendientes para sus aclaraciones. Marta ostensiblemente se dio la vuelta, protestando por los formalismos y el retraso. Entendiendo lo privado del asunto Enrique salió del cuadrilátero...el combate podía comenzar.
SEGUIRÁ